Encumbrado el Lago Nahuel Huapi en medio del paisaje alpino de los Andes Patagónicos, y habitado en sus márgenes desde los tiempos pre-colombinos por numerosas tribus de araucanos, se halla dotado no sólo de bellezas naturales, sino también de mitos y leyendas.
Una de éstas es la que refiere que una india llamada Maitén, de incomparable belleza, había despertado el amor de dos indios pehuenches (hombres del pinar, en araucano).
Cuando ambos le manifestaron su amor, ella les confesó que se hallaba prometida a Coyán, indígena de su propia toldería. Pero ellos, no contentos con ello, y dispuestos a luchar por su amor, allegáronse en consulta hasta el toldo de una india adivina.
De resultas de sus deliberaciones, y a los pocos días, Maitén fue adormecida por aquélla y arrojada en una pequeña embarcación a las azuladas aguas del Nahuel Huapi, en la que moraba el espíritu que había de decidir a quién de los dos pertenecía el corazón de la joven. Coyán, su prometido se aprestó a salvarla, pero contra lo esperado, el genio del lago levantó bramando todo el caudal, abriendo un lecho en la tierra rocosa por donde se deslizó pura y diáfana el agua, y la embarcación, a la que se aferraba desesperadamente el fiel Coyán, comenzó a alejarse llevada por la corriente.
"Poco después ambos eran transformados en dos macá plateados (aves acuáticas) para que continuaran su vida eternamente unidos y, desde entonces, aseguran los indios que al caer la tarde se veía llegar una pareja de aves que se posaban breve tiempo sobre las ondas del Nahuel Huapi y luego tendían nuevamente el vuelo hacía las alturas. Eran Maitén y Coyán, que venían a testimoniar su gratitud al genio del lago por la dicha que les brindaba".
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