Sunday, June 08, 2008

TRES EDADES HISTÓRICAS










Fragmento del libro "La Mujer Dormida debe dar a Luz"
Se publicó en 1ª edición en la década de 1970 y trata de la expansión del conocimiento humano a través de tres edades históricas:
La de la emotividad intuitiva, la del equilibrio entre intuición y razón, y a través de la razón.
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La conciencia humana adquiere conocimientos gracias a dos facultades: la
inteligencia racional y la intuición emotiva.
Cada vez que una porción considerable de la humanidad logra desarrollar en forma importante cualesquiera de estas facultades, o bien consigue un mayor equilibrio entre ambas, da comienzo una nueva edad histórica, cuya duración abarca siempre
varios milenios.

La característica del proceso estriba en que se realiza por etapas, siguiendo un ritmo determinado.
Así, por ejemplo, después de una edad en la que haya predominado como medio principal la inteligencia racional, sobrevendrá una edad durante la cual se empleará preferentemente la intuición emotiva como medio de alcanzar nuevos conocimientos.
Al finalizar esta edad, será seguida por otra en la cual se emplearán
equilibradamente ambas facultades para la consecución del mismo fin: la obtención de conocimientos.

Finalizada esta última edad, el ciclo se reinicia, o sea, se inicia nuevamente otra edad de predominio de la inteligencia, otra de predominio de
la intuición y otra de equilibrio entre ambas facultades,
y así sucesivamente.

En cada edad histórica se originan un cierto número de culturas, las cuales sintetizan y expresan los conocimientos adquiridos merced a la ampliación de conciencia lograda dentro de esta edad;
cuando estas culturas agotan las posibilidades de adquisición de nuevos
conocimientos, dentro de los límites de esa ampliación de conciencia, se
requiere otro gran esfuerzo para lograr una nueva ampliación de conciencia y
dar así comienzo a otra edad histórica.

-Como usted ve -concluyó el coronel- en este esquema la historia de la
humanidad se analiza a la luz de un proceso de transformación en espiral.
¿Le resultó claro?
-No del todo -respondí con franqueza.
-Bien; quizás si analizamos, aún cuando sea muy escuetamente, cada una de las
tres últimas edades históricas, le resulte más fácil descubrir en la
práctica la existencia del ritmo de desarrollo a que nos estamos refiriendo.
Tras pronunciar esta frase, el coronel se puso en camino hacia el
pequeño pizarrón que se encontraba semioculto en una de las esquinas de
aquella habitación, destinada a hacer las veces de salón de clases.
Tomando una tiza escribió con letras de caracteres precisos y angulares las siguientes palabras:

"Última edad histórica de predominio de la inteligencia racional"

Después de esto volvió a su asiento y expresó las siguientes sorprendentes
declaraciones:

-La conclusión de la más reciente edad histórica de predominio de la
inteligencia racional, sobrevino como resultado de un cataclismo de
proporciones mundiales acontecido aproximadamente 12,000 años a.C.;
pero antes de que esto ocurriera, las culturas desarrolladas a lo largo de
esta edad alcanzaron profundos conocimientos científicos y tecnológicos que
encausaron al aprovechamiento de diversas "fuerzas cósmicas".

Recordé que durante nuestro encuentro en la ciudad de Monte Albán, el
coronel había formulado una afirmación similar, al referirse a la finalidad
perseguida por los primeros constructores de esta ciudad.
Decidí aprovechar la ocasión para tratar de esclarecer tan extrañas palabras:

-¿A qué clase de "fuerzas cósmica" se refiere usted, coronel?

-Nuestra ciencia actual comienza a redescubrir el hecho de que la Tierra
recibe constantemente del espacio exterior una gran variedad de radiaciones
e influencias, a las cuales se dan diversos nombres: fuerzas
electromagnéticas, rayos cósmicos, partículas subatómicas, etc.
Las culturas desarrolladas durante la remota edad histórica a que nos referimos, lograron construir una serie de "máquinas" extraordinarias, por medio de las cuales
tenian posibilidad de captar y aprovechar varias de estas fuerzas
provenientes del espacio que, para abreviar, designamos simplemente como
cósmicas".

Las palabras del coronel comenzaban a parecerme un fantástico cuento de
ciencia-ficción.
Aquello resultaba interesante pero del todo increíble; con acento cargado de incredulidad inquirí:

-¿qué pruebas existen para poder afirmar la existencia de tan avanzadas
culturas tecnológicas en una época tan remota?

-Existen muchas -repuso el coronel con segura convicción-: pero la más
importante la constituyen los numerosos restos, dejados por toda la faz de
la Tierra, de las "máquinas" construidas por los habitantes de aquel
entonces.

-¿Pero cuáles son esas máquinas? -pregunté extrañado- yo jamás he tenido noticia de su existencia.

-Le mencionaré tan sólo los restos de dos de ellas: la Gran Pirámide de
Egipto, y la del Sol, en Teotihuacan.

-¡Pero, coronel! -exclamé en el colmo del asombro al escuchar semejante
afirmación-
En primer lugar, eso son monumentos, no máquinas.
Y en segundo lugar, no tienen de ninguna manera la antigüedad usted les atribuye;
la gran pirámide de Egipto se construyó alrededor del año 2600 a.C. y la del sol en
Teotihuacan, un milenio antes de nuestra era.

Al parecer, a mi interlocutor le agradaba que se le contradijera, pues sus severas facciones parecieron suavizarse mientras preguntaba con acento levemente irónico:

-¿Podría usted decirme quiénes y con qué objeto construyeron esas pirámides?

Un tanto sorprendido por aquella pregunta, cuya respuesta era a mi juicio de
dominio público, contesté:

-Pues eso todo el mundo lo sabe: las pirámides de Egipto las edificaron los
egipcios y las de Teotihuacan los teotihuacanos; además, no tienen nada que
ver unas con otras; su parecido es tan sólo una simple casualidad, pues en
Egipto estos monumentos tenían por finalidad servir de tumbas a los faraones
y en cambio en Mesoamérica se utilizaron como templos.

Cuando concluí lo que a mi juicio era una rotunda reputación de lo
expresado por el coronel, éste afirmó:

-Uno de los conocimientos más importantes que irá adquiriendo con sus
prácticas, para poder desarrollar sus propias facultades de historiador,
será la de llegar a conocer la ideología característica de cada cultura,
la esencia íntima sobre la que se estructuran sus más diversas manifestaciones, de tal forma que al hallarse ante un variado conjunto de obras, le resulte fácil
distinguir aquéllas que fueron elaboradas por una determinada cultura y
aquéllas otras que de ninguna manera pudieron ser realizada por esa cultura,
aunque así lo afirmen todos los pseudohistoriadores del mundo.

Una vez llegue Vd. a familiarizarse con lo esencial del pensamiento egipcio
y teotihuacano -prosiguió el coronel- le resultará imposible comprender cómo
la mayoría de la gente haya podido aceptar que estas culturas fueron las que
concibieron las pirámides de que hablamos, pues éstas no corresponden en lo
absoluto a la verdadera esencia de ninguna de estas culturas.

Tras una breve pausa continuó:

-Los egipcios y los teotihuacanos se limitaron tan sólo a resguardar y proteger los
restos de estas antiquísimas "máquinas de fuerzas cósmicas", con el objeto
de reutilizarlas para sus propios fines, de caracteres funerarios y religiosos
respectivamente.
Y aún cuando, al igual que otros pueblos, en algunas ocasiones edificaron monumentos tomando como modelos a las antiguas pirámides, todos ellos se distinguen fácilmente de los modelos originales.


Cada vez más interesado ante aquellas explicaciones que contradecían todo lo
que había estudiado hasta entonces, continué prestando atención a las
palabras del coronel.

-Antes de proseguir, quiero aprovechar este asunto para decirle una cosa:
desconfíe siempre de las supuestas casualidades en cualquier cuestión
histórica.
El hecho de que la pirámide de Kheops -llamada así en honor del
faraón que la restauró- y la del Sol en Teotihuacan, a pesar de las
modificaciones que ambas han sufrido, midan prácticamente lo mismo en lo que
hace a sus respectivas bases, no puede atribuirse a una simple casualidad.

-Sin embargo, su altura es muy diferente -objeté débilmente- y además una es
escalonada y en la otra los muros ascienden sin interrupción desde la base
hasta el vértice.

-En ningún momento he dicho que fueran idénticas; sus diferencias se
explican por el hecho de que tenían por objeto captar muy distintas "fuerzas
cósmicas".

-Todo esto suena tan fantástico. ¿Qué fue lo que pudo ocasionar la
desaparición de tan avanzadas civilizaciones?

Mientras extraía de su bolsillo con ademán mecánico su vieja pipa oriental,
el coronel repuso con particular énfasis:

-Encontrar una adecuada respuesta a esa pregunta será quizás uno de los
principales empeños de los verdaderos historiadores del próximo siglo.

-Las culturas -prosiguió- se extinguen por dos causas: por senectud o por
accidente.
En el primer caso, su extinción ocurre muy lentamente, tras un
largo período de senilidad y fosilización;
en el segundo, su desaparición es el resultado de un accidente catastrófico producido por el hombre mismo, como por ejemplo, una guerra particularmente destructiva, o bien, por un cataclismo de la naturaleza.

-¿Y en este caso?

-Es obvio que estas culturas perecieron por accidente; una catástrofe de
consecuencias mundiales cuya memoria aún perdura en las leyendas de pueblos
situados en los más diversas confines del planeta.
Lo que cambio resulta muy difícil tratar de precisar, es si este cataclismo, motivado por la naturaleza o fue provocado por el mal uso de las poderosas fuerzas cósmicas que estas culturas manejaban.
Sea por una causa o por la otra, el hecho es que repentinamente las regiones donde florecieron las avanzadas culturas de la más reciente edad histórica de predominio de la inteligencia racional, quedaron convertidas en áridos desiertos, o bien, fueron sumergidas por las aguas.
Una vez pasados los efectos del cataclismo y tras readaptarse a las
nuevas condiciones climatológicas imperantes en el planeta, la humanidad
reinició su ininterrumpido ascenso, o sea, buscó nuevamente la ampliación de
su conciencia, pero empleando en esta ocasión la facultad con que cuenta
para ellos: la intuición emotiva.











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