QUÉ ES ORIENTARSE EN EL PENSAMIENTO
¿QUÉ ES ORIENTARSE EN EL PENSAMIENTO?
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IMMANUEL KANT, Königsberg 1724-1804
Orientarse en el pensamiento, tal como lo concibe Kant, no constituye nunca la alegría de los sentidos, aunque designe su realización, su ser mismo en la libertad. Es esta presencia de la libertad en el mundo, a lo que todo nuestro ser y toda nuestra razón aspiran como a una verdadera felicidad.
Pensar sería el fin realizado sobre esta tierra.
Nada lo obliga, en efecto: la libertad es nuestro “único tesoro” y, cualquiera que sea la condición humana, ella será “un remedio a todas las malas inclinaciones de nuestra condición”.
Si se realizara en el éter de la libertad, no sería la conciencia humana la agraciada, al contrario; no sería ninguna felicidad, ni auténtica alegría para una conciencia privada en este horizonte luminoso que la libertad anuncia en la razón.
Por estas razones, se comprende que Kant diga que esta necesidad de orientase en el pensamiento durará por largo tiempo entre los hombres.
La libertad no tiene límites. Sin cesar, la conciencia se proyectará, se orientará hacia una muy alta libertad. Tal es nuestra vocación.
Sabemos, en el presente, el valor y el precio de la “libertad de pensar” que Jacobi, Wizenmann y Mendelssohn han impreso entorno a la “comunidad-con-otro-pensar” (In Gemeinschaft-mit-anderen-denken).
Todos ellos niegan, no ven que la libertad ni su realización permita a “la libertad de cada uno subsistir al mismo tiempo en todos”.
Y su negación tendería a ahogar la voz de la razón clamando la necesidad de libertad.
Al negar la libertad de pensar, buscarían afirmar definitivamente este horizonte de libertad que se abre a todo ser racional y pensante por sí mismo.
Esto nos enseña que toda libertad se arraiga en la libertad de pensar; es porque pensamos libremente que podemos proponer la libertad como horizonte de toda vida humana.
Es porque pensamos libremente con los demás para poder pensar un mundo libre que sería el nuestro; es, en la libertad de pensar que se manifiesta nuestra naturaleza racional.
Así, la libertad de pensar resume toda la orientación kantiana: ella supone, en efecto, que el espíritu no puede “servir” a otra verdad que no sea la suya.
Es porque si la libertad de razonar no es interior, aunque se imponga por fuera, la libertad estaría perdida por completo.
En efecto, en el lenguaje universal de la razón, que involucra el respeto de cada uno y la conciencia de la dignidad del otro, la libertad es “pluralista”, sustituyendo el lenguaje de la fuerza que niega la libertad del otro y amenaza la universalidad del ideal al cual nos conduce la libertad.
Entonces, el lugar de “orientarse” en una “sociedad de las naciones”, hace que el espíritu retorne a la “confusión de las lenguas” y, tomando por ley el egoísmo, se pliega nuevamente la maldición de Babel.
El “nosotros” kantiano, en fin, debe sustituir el lenguaje del desprecio aristocrático en el cual “la dignidad humana cesa de contar y se demora en el hombre solo… debe ser interpelada en un TÚ por sus superiores.
Tendemos a la libertad de pensar en cuanto ella sola nos devuelve al horizonte de nuestra vida; ella sola da un sentido concreto al lenguaje del “nosotros”, al respeto, es decir, a la verdad del pluralismo o, como diría Kant, “a la manera de pensar que consiste en considerarse y conducirse como un simple ciudadano del mundo.”
En la libertad de pensar que permite a la razón de clamar su necesidad de libertad, se eleva la exigencia que “durará largo tiempo en los hombres”, repitiéndoles que "hay la libertad que puede traspasar todo límite asignado,” y una infinita distancia separada del espíritu mismo.
Poco importa que la razón constate sin cesar un nuevo límite a la realización de la libertad: la vida misma está suspendida en la infinidad de su tarea, y nosotros no debemos desear una existencia muerta y sin proyecto de una libertad que sería, por imposible, totalmente realizada: la conciencia sería entonces un ser muerto como las cosas.
La libertad debe ser para nosotros esta exigencia infinita, que siempre nos revela un horizonte nuevo.
La orientación ética, la orientación espiritual de sí mismo en el pensamiento es así, el efecto eterno del espíritu por promover el nuevo universalismo del respeto y la libre ciudadanía de los hombres.
En el corazón de esta orientación que refleja el pathos del deber y su infinitud, el Ideal está vivo perpetuamente:
La más grande libertad humana.
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